Dicen que eres un fenómeno de masas, los periódicos hablan de tu éxito y
anuncias champú en todos los canales de televisión. Me cuentan que también
concedes entrevistas en la Rolling Stone, paseas por alfombras rojas y duermes
en hoteles caros.
Todo
el mundo te admira y compra tu disco en el Fnac los sábados a la mañana,
pero nadie sabe que tu postre preferido es el tiramisú, que odias andar en
calcetines y que te encanta ducharte y volver a la cama por las mañanas.
A
veces, me acuerdo de cuándo nos queríamos y vivíamos juntos, de tus primeros
conciertos y los recortes de cartulinas que utilizábamos como atrezzo. Que será
de tus dos primeras guitarras y de la colección de vinilos de Bob Dylan que
teníamos frente al sofá.
Me
gustaba cómo eras por tu sencillez, la cotidianidad de las letras y el ritmo de
tus canciones. Odiabas tanto como yo las frases lapidarias y los dogmas de domingo.
Vivíamos
al ras del suelo y conseguíamos llegar a fin de mes sin saberlo hasta el día
veintiocho. Hablábamos con la gente del barrio y soñábamos con viajar a Tokio.
En definitiva, compartíamos la vida con mucho riesgo y sin ninguna altura.
Ahora
que ya no me quieres, llevas gafas de sol, paseas por las ciudades de puntillas
y dices crecer en los escenarios como la mala hierba.
Pienso
en cuánto y como una persona puede cambiar con respecto a sus circunstancias, trato de comprender, pero
ni siquiera soy capaz de imaginarte en la sala vip de los aeropuertos.
Me
pregunto cuántos años te quedan de papel o si cambiaste para siempre y se te
olvidó contármelo; si acabarás drogándote en los baños del backstage, si
formarás una familia o quizá las dos cosas. También dudo entre si me echarás de
menos o no te acuerdas de mi nombre.
Previsiblemente
el destino será quien algún día nos ponga frente a frente, en la barra de algún
bar o en la puerta del supermercado. Sé que me reconocerás a través de tus
grandes gafas de sol, y yo en ese instante ya estaré a un año luz de ti. Impasible
ante tu presencia, siguiendo las estaciones del año, como los días que no saben
a nada.
Definitivamente amiga Sara, cuanta verdad hay en un tu post :)
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